Ni es la primera vez, ni la última que un blog da paso a un libro. En mi caso, estaba cantado: tenía la inspiración y el tema, solo faltaba «ponerse a». El oficio de librero es de todo menos romántico y lo sabían muy bien los progenitores del escritor y ex librero David Garnett, cuando le aconsejaron a su hijo que nunca intentará escribir y, sobre todo, nunca se dedicara a la edición o al comercio del libro. «Nunca te hagas librero», clamaron, y el hijo hizo oídos sordos y como enamorado razonó que estaba obligado a fundar su librería y ser feliz. Eso mismo hice yo, completar una trilogía de deseos: librería, editorial y escritura. Seguí el impulso adolescente de vivir rodeada de literatura, a ser posible por los cuatro puntos cardinales.
Mi libro, publicado por la editorial Alfabeto, salió a la venta en los primeros días de mayo y desde entonces raro es el día que no recibo un mensaje «regañándome» cariñosamente por apagar las ilusiones de decenas de románticos que trabajan en otras cosas, pero no tiran la toalla respecto a abrir una librería propia. Me leen y se ríen. «Bueno, en el fondo se nota que tú amas las librerías», decía uno de estos mensajes. ¡Pues claro! Me encantan. ¿Pero hay alguien en el mundo que no adore estos negocios donde parece que la vida transcurre, lee que te lee con un café o té en la mano y una música sosegada de fondo? ¿Acaso importa que haya clientes que tardan cuarenta y cinco minutos en tomar una decisión importante sobre un libro de bolsillo que dejará un beneficio de 2,50 euros y mientras lo sopesan te han robado el mes de abril? ¿Alguien de fuera de la profesión se plantea que las librerías son negocios y necesitan vender libros a todas horas? Los colegas que ya lo han leído (y me han hecho llegar sus opiniones) se sienten comprendidos, aludidos, reflejados y algunos incluso emocionados. Pero he de decir que Nunca te hagas librero, sobre todo, es mi historia y por tanto, una visión personal sobre esta bella profesión y este batiburrillo encantador de libreros, lectores, editores, autores, libros y clientes.
Solo prometo ironía, risa cavernosa y una dosis limitada de mala uva. Como decía Montaigne: «Son estas de aquí obras de mi pensamiento con las que no intento dar a conocer las cosas sino a mí mismo». Y cuando alguien lo dice tan bien, no es necesario insistir en una forma nueva de expresarlo.
Si os apetece leerlo me dará alegría y de paso también contentaréis a algún librero o librera deseoso/a de vender y hacer comunidad lectora. Escritores, lectores, editores, libreros y biliotecarios formamos parte de la misma cadena y la enriquecemos cada vez que producimos un movimiento.
2 comentarios:
Deseando hincarle el diente. Ya sabes que todo lo que gira en torno al mundo del libro me fascina. ¡Felicidades!
Muchas gracias Elena. A mí me pasa lo mismo que a tí.
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